
vida, yace su cuerpo que juega a ser de viento.
Huele mi boca a polen, la seda se mezcló entre los tejidos de mi piel.
Dentro, en mi lengua, un enjambre de mariposas hacen erupción y vuelan junto a la copa de un árbol.
Mis manos se sumergen entre albahaca hasta acariciar el alba.
Mi corazón... ese desquiciado que se estrelló tantas veces, hoy aprendió de las mariposas el vuelo hasta llegar a planear.
Huele mi carne a perfume de viento, mis pies entre las escamas llevan la sangre que derrama el suelo, en el que danzo y no alcanzo a rozar.
Fotografía: Ira Bordo
Un pedacito de tu hueso ilíaco se quedó entre mis dientes,
me pervierte recordarte entre mis manos cuando lo robé.
El sabor de tu ph en mi legua,
mi saliva se regocija de sentirlo.
Hay en mi oído medio un eco que suena a cada segundo...
tus gemidos que se instalaron en él.
Entre mis uñas los restos de tu espalda, la sal que brota de tus poros en intensidad junto a mi piel.
Entre mis manos el volumen de tus besos,
puedo sentir tus labios precipitándose hasta ellas.
En mi ombligo tu legua, bebiendo vino...
en mi espalda tus dientes intentando arrancar la columna.
En mi ombligo tu legua, bebiendo vino... en tu mente...
la misma imagen tu boca en mi ombligo, tu legua, bebiendo vino...
Y aquí justo en medio de mi pecho cada unos de los segundo que recorren el amanecer junto a ti.
Fot:Rafal Bednarz | |
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Pocas las palabras, tanto el cariño...
Este es un homenaje a la más bella de todas,
La princesa con zapatitos de luz, aquella que en su inmensidad conquistó mi cariño.
La niña que camina profundo y deja en su paso una huella, un remecer de la tierra que la cobija.
Tanto, tanto el cariño, pocas las palabras ya no sé que más decir, te extrañaré... las tardes de té, las mañanas de galletitas, las eternas conquistas del papel... una que otra discusión...
Los zapatitos levantan las grietas, tu curso no será en tempestades, el vestido, aquel que guardas en el armario, recordará a cada segundo el bello instante que en la vida nos reunió.
Te quiero.
En mareas, tormentas,
los ecos de sus caricias estrellándose a cada segundo en mi espalda.
Sin aliento la respiración cautiva los gemidos que estremecen mis oídos, beben los labios sus escalofríos,
bebe mi lengua el vino que circula por el cáliz de sus huesos.
Y si las grietas colapsan, si la contracción se agudiza,
las manos...
ellas entre carias recogen los vestigios del huracán que retuerce la médula vertebral.
Delgada es la esquina que agrieta mi legua, débil, sensiblemente débil y transversal el horizonte de tu esquina ilíaca,
deliciosa mi legua se jacta de beber su ph.
Los hielos destemplando el paladar agridulce que tus dientes retorciéndose en los poros de mi cuello,
o lo que queda de él...
y los ecos de sus caricias que estremecen los segundos y no me dejan respirar.