1.29.2007




En mareas, tormentas,
los ecos de sus caricias estrellándose a cada segundo en mi espalda.

Sin aliento la respiración cautiva los gemidos que estremecen mis oídos, beben los labios sus escalofríos,
bebe mi lengua el vino que circula por el cáliz de sus huesos.

Y si las grietas colapsan, si la contracción se agudiza,
las manos...
ellas entre carias recogen los vestigios del huracán que retuerce la médula vertebral.

Delgada es la esquina que agrieta mi legua, débil, sensiblemente débil y transversal el horizonte de tu esquina ilíaca,
deliciosa mi legua se jacta de beber su ph.

Los hielos destemplando el paladar agridulce que tus dientes retorciéndose en los poros de mi cuello,
o lo que queda de él...

y los ecos de sus caricias que estremecen los segundos y no me dejan respirar.



Fot: Satoshi Saikusa

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