1.29.2007




En mareas, tormentas,
los ecos de sus caricias estrellándose a cada segundo en mi espalda.

Sin aliento la respiración cautiva los gemidos que estremecen mis oídos, beben los labios sus escalofríos,
bebe mi lengua el vino que circula por el cáliz de sus huesos.

Y si las grietas colapsan, si la contracción se agudiza,
las manos...
ellas entre carias recogen los vestigios del huracán que retuerce la médula vertebral.

Delgada es la esquina que agrieta mi legua, débil, sensiblemente débil y transversal el horizonte de tu esquina ilíaca,
deliciosa mi legua se jacta de beber su ph.

Los hielos destemplando el paladar agridulce que tus dientes retorciéndose en los poros de mi cuello,
o lo que queda de él...

y los ecos de sus caricias que estremecen los segundos y no me dejan respirar.



Fot: Satoshi Saikusa

1.19.2007



Se llevó las margaritas,
en su lugar dejó capullos de seda.
Mi cuello reclama, ahora su ausencia,
entre suspiros las huellas del océano cubriendo los rincones descubiertos.

Se llevó los segundos,
el tiempo recobró vida cuando mis manos se quedaron por fin quietas,
pero estremecidas...

Los dientes ensañados,
la dulzura enternecida, el escalofrío...
mi espalda entre sus dedos desasiéndose como el papel ante la tinta.

Extraño es el placer de saber cuantos segundos recorrieron el desierto,
cuantos días antes de rendirse...

En un jardín de margaritas, que bebió hasta dejar mariposas en su lugar.



Fot: Ira Bordo.

1.13.2007








Intensidad.
Mis manos navegando en terciopelo.
Amapolas regocijándose en las espinas de mis dedos.

Dicen que los segundos tienen continuidad, digo que puedo detenerlos entre mi lengua y mis labios, deleitarme con ellos y dejarlos ir cuando quiera que se extiendan sobre mi cuello.

Intenso es el suspiro que suave se cobija en mi cadera, leve su partida cuando dejo de respirar.

Perturbador es el silencio, cuando quiero decir tantas cosas, que inundan mis ojos y los desarman en caudales desiertos.



Con ropas de viento “Digamba” cada segundo se impregna como alfileres entre las escamas, mi piel de vientos dejándose llevar por los azares, cual seda en las alturas.














Fotografías: Lilya Corneli