3.21.2006


Creo en la resurrección de la carne, reconstitución de la estructura vertical, que circula como movimiento a través del perfume, que húmedo impregna el sentir. Creo en la amargura que conjuga el oscuro horizonte, que ensordece las manos para que sigan circulando como caricias. Creo, siento y me asfixio, en la agonía de tantas lágrimas, que sin embargo, limpian la pupila dilatada y la cristalizan. Siento, y aun así no le temo, a la sonrisa que en revés se posa eterna y cautiva sobre mis labios. Siento, y sigo respirando esta vida… Siento, y creo, en la belleza virgen que puede dar el esplendor del movimiento cursando los segundos. Siento… y es esto lo que más lastima, rasguña el vientre y lo esteriliza, sin embargo y sin piedad de la sangre, retorno al lecho del romance… siento… y esto duele tanto. Creo en la divina belleza, virgen naturaleza del ser, en el caramelo que mantiene vivos los labios, agudas palabras que se acurrucan en los tímpanos. En la resurrección de la carne, como en la verdad, en que el espíritu no perece, sólo se duerme, que no me pudriré a pesar del llanto en la saliva, que la carne sigue viva y la secuencia seguirá siendo eterna, al igual que el movimiento.

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