3.30.2006


Así decía: como cuando te dije que estaría para siempre, quería decir... que no estaría aquí para siempre…
Tanta nostalgia en las frases, tanta poesía en el suspiro, sus cuerpos transitaban por las agonías y desataban el llanto, este llanto! caprichoso, esta crepuscular dimensión de liquida anatomía, el perfecto ángulo que define la imperfecta motricidad en las uñas.
Si es que acaso la contemplación de de la danza me sigue dando las pulsaciones, ¿Qué seria de mi vida sin la danza? Acaso insomne caminaría… acaso existe perfecta vibración dentro de el alma? son los pasos, es la respiración que aguda se conjuga en ocho tiempos, lame mi pelo y besa mi frente, doce pasos en dirección a la armonía, para concluir.
Las heridas sangran…
La sangre se seca, la lengua no, los doce pasos suelen dividirse, multiplicarse, conjugarse… las heridas duelen hasta que la sangre deja de brotar.
Ocho tiempos son la infinita matemática en distorsión y al servicio de las entrañas fértiles, pero sin la concepción intencional. Siete, ocho, son los labios que buscan bailar con la lengua mientras descalzos los pies se enredan al linóleo, en el inconfundible ángulo perfecto, no importa si obtuso en las muñecas, o agudo entre las piernas, quizá siempre fue extendido, en el centro… como cuando te dije que estaría para siempre.
Viturbio.

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